Page 7 - Ideario - Universidad Finis Terrae
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1_ JuanPabloII,Fidesetratio,25
2_ cf. Cabe recordar el pensa- miento de John H. Newman al respecto: “En cuanto al alcance de la enseñanza uni- versitaria, ciertamente ya el solo nombre de Universidad no se compete con restric- ción de tipo alguno. Una universidad debería impartir conocimiento universal” (La idea de una Universidad, 19 ; Discurso II, 1)
3_ Gaudium et Spes, n. 15
4_ Ratzinger, J.; Mensaje a los participantes del Meeting de Rímini, en Humanitas 2005
sólo desde ella se ilumina la vida del hombre. «Todos los hombres desean saber, y la verdad es el objeto propio de ese deseo (...) Es, pues, necesario que los valores que se persiguen con la propia vida sean verdaderos, porque solamente los valores verdaderos pueden perfeccionar a la persona realizando su naturaleza»1. Educar a la persona según su dignidad exige, por tanto, que se le ayude a conocer la verdad.
Por otra parte, no es posible comprender la formación integral de la persona humana,  n esencial de la uni- versidad, si no se asume esta centralidad de la perfec- ción de la inteligencia con su objeto propio que es el conocimiento de la verdad. La persona humana per- fecciona su inteligencia mediante el conocimiento y contemplación de la verdad, y la universidad es un lugar privilegiado para ello, tanto por su esfuerzo en profundizar de un modo riguroso en la verdad como por su capacidad de deducir, mediante el desarrollo de las diversas disciplinas, toda su riqueza y validez para los diversos ámbitos de la vida humana2.
En este sentido la Universidad Finis Terrae asume el urgente llamado expresado por el Concilio Vaticano II: “Finalmente, la naturaleza intelectual del hombre se perfecciona y se debe perfeccionar por la sabidu- ría, que atrae suavemente la mente humana hacia la búsqueda y amor de la verdad y del bien. Guiado por ella, el hombre trasciende de lo visible a lo invisible. Nuestra época, mucho más que los siglos pasados, tiene necesidad de esa sabiduría para humanizar to- dos los descubrimientos que el hombre va haciendo. Está en juego el destino futuro del mundo si no se lo- gra preparar hombres dotados de mayor sabiduría”3. La inteligencia es capaz de conocer la verdad sobre el bien, motor de nuestra voluntad y por tanto de todas nuestras acciones. De ahí que no se pueda disociar el buscar la verdad del consecuente sentido moral que esa búsqueda conlleva, porque está implícita en ella misma. El hombre conoce para poder actuar y su actuar debe, a su vez, estar dirigido por aquello que conoce. Por ello, una formación integral no sería tal si no considerase la reflexión ética como parte esencial de la misma. Asimismo, la belleza es la expresión visible del bien, así como el bien es condición de posibilidad de la be- lleza. Verdad, bien y belleza no son valores autóno- mos sino expresión de un mismo ser. La belleza ge- nera en el espíritu humano la admiración y ésta pone en marcha en el intelecto la búsqueda de la verdad que, una vez encontrada, aquieta y llena de gozo el corazón del hombre.
“La belleza es conocimiento, ciertamente una forma superior de conocimiento, puesto que toca al hombre con toda la profundidad de la verdad. El encuentro con la belleza puede ser el dardo que alcanza el alma hiriéndola, le abre los ojos, hasta el punto de que enton-


































































































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